Cuando hablar también es una estrategia.

Descripción de la publicación.

Carla Casañ

6/10/20254 min read

La sobrecarga no siempre viene del trabajo. A veces viene del silencio.

Últimamente, en demasiadas conversaciones aparece el mismo patrón: equipos sobrecargados, personas al límite, estructuras que no se ajustan… y nadie lo dice. Afuera sí, dentro no. O lo dicen bajito.

¿Qué pasaría si dejáramos de asumir que esto es normal?

A veces señalamos a las empresas por su falta de humanidad. Pero… ¿y si también miramos cómo cada persona, con su miedo, su silencio o su “ya pasará”, está sosteniendo esa falta de humanidad?

Este artículo no va solo de trabajo. Va de cómo ejercemos el liderazgo humano desde dentro, en lo cotidiano. Va de valentía silenciosa, de merecimiento, de dar un paso incluso cuando no sabes cómo va a acabar.

Últimamente he notado un patrón que se repite en muchas conversaciones, situaciones cotidianas y hasta en el ambiente laboral que observo: exceso de tareas, sacrificio silencioso, reducción de personal y personas que acaban haciendo el trabajo de varios.

El fin de semana hablé con una amiga sobre esto, y alcancé una reflexión profunda. Hablamos sobre una realidad bastante común: trabajadores con una carga muy por encima de lo que su rol permite, y dentro del mismo equipo, personas con responsabilidades muy dispares. Para mí, aquí hay dos niveles que debemos mirar: el de la empresa y el del trabajador.

El lado empresarial

En la dimensión empresarial, muchas veces se recortan costes a costa del bienestar humano. Se reduce personal, se redistribuye la carga y se sigue adelante como si nada. Porque el trabajo "sale igual". Pero ¿a qué precio? El precio suele ser la salud mental, la motivación, la eficiencia real, y a largo plazo, la calidad.

Y lo que ocurre muchas veces es que, cuando la empresa vuelve a generar beneficios, ya no se recupera a ese personal que se fue. ¿Por qué? Porque los que se quedaron lo sacaron adelante. Quemados, pero lo sacaron. Y eso se convierte en la nueva normalidad.

El lado del trabajador

Y ahí entramos en la segunda capa: el trabajador. Porque, sí, hay responsabilidad también ahí. Déjame explicarte.

Cuando una persona acepta, calla, asume tareas de más, lo hace muchas veces por compromiso… pero también por miedo. Miedo a perder el trabajo, a ser considerado un problema, a no ser valorado, a no valorarse a sí mismo. O porque tiene la creencia de que debe poder con todo.

Y entonces, aunque sepa que lo que hace es injusto o insostenible, no dice nada. ¿Por qué?

Ahí viene el problema:

Porque quizá crees que no mereces más. Porque no sabes que puedes decir que no. Porque tienes miedo a lo que venga después. Y muchas veces también porque el entorno te refuerza que callar es lo más seguro.

¿Y si…?

Pero, ¿y si ese miedo fuera la señal de que necesitas salir de ahí? ¿Y si ya no se trata de cambiar la empresa, sino de cambiar tú de lugar? Porque una empresa que no te escucha, ¿realmente merece que tú sigas escuchándola a ella?

Sí, moverse da vértigo. Implica incertidumbre, búsqueda, conversación incómoda. Pero quedarse también cuesta. Y muchas veces cuesta salud, autoestima y bienestar.

“Más vale malo conocido que bueno por conocer”. ¿Os suena? Siempre me ha gustado poco este refrán, porque… ¿y si cuando te arriesgas es cuando pasan las cosas buenas

Liderazgo humano también es esto

Lo que quiero decir es esto: las empresas también son reflejo de lo que permitimos. De lo que estamos dispuestos a callar, a sostener, a tolerar.

Si como personas nos atreviéramos a alzar la voz desde el respeto, sin confrontar pero con firmeza, quizá las dinámicas empezarían a cambiar.

Y si las empresas comenzaran a escuchar sin miedo a perder control, con interés real en sus personas, quizá descubrirían que están perdiendo mucho más por no escuchar que por pagar un sueldo más o contratar a alguien que libere carga.

Pregúntate:

  • ¿Cuánto le cuesta a una empresa tener a gente quemada, sobrecargada y frustrada?

  • ¿Y cuánto te cuesta a ti estar en un lugar donde no puedes ser tú ni decir lo que necesitas?

Este no es un llamado a la lucha, ni a la confrontación. Es una invitación al diálogo honesto. A la responsabilidad compartida. A crear espacios donde el trabajo no sea un campo de batalla, sino un lugar donde convivir desde lo justo.

Hoy escribo esto porque escucho muchas historias de personas que lo están dando todo, que se quejan entre susurros, que aguantan en silencio, mientras las empresas siguen adelante sin mirar lo que está pasando por dentro.

No es culpa de nadie. Pero sí es responsabilidad de todos.

Y el primer paso es hablar. Hablar desde la verdad. Desde el respeto. Desde el merecimiento.

¿Qué pasaría si empezamos a hablar con nuestras empresas como hablamos con quienes nos importan?

A veces, lo que más bloquea la eficiencia, la productividad y la rentabilidad no son los procesos… sino el silencio.

Porque la sobrecarga no siempre viene del trabajo. A veces viene de lo que no nos atrevemos a decir.

Y otras veces, el cambio que necesitas no es que cambien los demás, sino creer de verdad que tú mereces otra cosa.

Y si no sabes por dónde empezar…

Estoy empezando a facilitar espacios que lo hacen posible. Encuentros provocadores donde por fin se puede hablar de lo que siempre se ha callado.

Si quieres saber más, házmelo saber.

Gracias,

Carla