Liderar sin soltar. Lo urgente me encontró en medio de lo importante.

Carla Casañ Albert

5/11/20253 min read

Hoy vengo a contarte algo.

¿Estoy segura de hacerlo? No, la verdad que no. ¿Puedo callármelo? Creo que tampoco, me quema por dentro.

¿Es personal? Demasiado. ¿Es lugar para compartir? Quizá no. Pero sí para impactar a quien quiero.

Y quizá la misión que me dejó mi padre es esa:

Impactar para cambiar el mundo en el que nos hemos acostumbrado a vivir.

Y sí, debo traerle a él de nuevo, porque su dolor en mí quizá es el cambio de otros. Y eso, al final, puede ser sanar. Convertir el dolor en propósito.

Hace unos días, haciendo limpieza de memoria en el móvil, estas fotos volvieron a mí. Y me dio un clic enorme. De esa realidad de la que tuve que alejarme luego.

Y una parte de mí me susurró que debía hacer algo con ellas. Tenían más significado del que pueden parecer unas fotos “cutres”.

📅 02 de Julio de 2022. 07:00 am. Una habitación de hospital. Un día que pasaría a ser el más triste de mi vida. Y un ordenador con excels financieros.

Si formas parte de una empresa, sabrás lo que significan los primeros días del mes. Y más si tu trabajo es financiero.

Hoy vengo a contar esto con los ojos de la líder que fui y con los ojos de humanidad que he conseguido con el tiempo.

Como los ojos de muchos que están ahí afuera.

Yo era la responsable del departamento financiero, encargada de que nada se escapara, de que toda la realidad financiera y de gestión del mes quedara reflejada de forma nítida, transparente y entendible.

Para la empresa. Para la matriz americana.

Y todo en el “cómodo” plazo de 3 días.

Ese día mi cabeza hizo clic. Y ya no pudo volver a ser la que era.

Hablo mirándome a los ojos en ese momento:

Una responsable de departamento que no supo, o no quiso (de forma inconsciente), delegar y enseñar a su equipo para poder vivir momentos como este en paz.

Una chica que lideraba y, sin darse cuenta, también tenía miedo. Miedo a perder el control, a que los resultados no salieran perfectos, a que no revisar todo significara quedar mal.

Una chica que creía que si sabía todo, nadie la sustituiría. Que hacer tareas de responsabilidad le daba poder. Que confiar en otros era arriesgado. Y que hacer “todo ella” era ser buena profesional.

Quizá te suena. Quizá lo has visto. Quizá lo haces.

Y ojalá aprendas a dejar de hacerlo.

Ese miedo, esa falta de confianza, esa inconsciencia de creerme imprescindible, esa vulnerabilidad camuflada de fortaleza…

Me llevó a tener que hacer un cierre de mes en una habitación de hospital. Mientras cogía de la mano a mi padre —por si aún me sentía— y con la otra, cogía el ratón del portátil.

Diré que lo hice lo más rápido posible. Que mi empresa fue maravillosa. Que lo hice porque quise. Porque era mi compromiso. Y jamás nadie me lo exigió.

Pero yo sentí esa responsabilidad. Porque no había sabido hacerlo diferente.

¿Y tú? ¿Estás a tiempo de hacerlo diferente? ¿Te das el permiso de mirar dentro y no tener que llegar a extremos?

Hoy hablo desde un lugar muy distinto.

Desde un gran camino recorrido. Desde el conocimiento y el autoliderazgo que antes no tuve. Desde un lugar donde he trabajado mis miedos, mis límites, mi confianza y mi vulnerabilidad —que hoy es mi mayor fortaleza.

(Y quizá por eso hoy te cuento esto.)

Te lo cuento desde un lugar donde creo que el mundo empresarial puede transformarse en un mundo con líderes humanos. Con capacidad de mostrar su vulnerabilidad y convertirla en fuerza que impacte a su equipo y al entorno.

Líderes que se conocen e inspiran a otros. Que no están dispuestos a llegar a límites insostenibles, que se han considerado normales hasta ahora. Que se lideran para liderar mejor.

Porque el autoliderazgo es lo que nos lleva a un liderazgo sostenible, y a empresas que sostienen un mundo más humano.

Ya te dije que no vine a hacer posts cómodos. Vine a poner sobre la mesa las verdades que muchos evitamos mirar.

Carla Casañ