Yo no quería elegir entre éxito y bienestar. Y no quiero que tú lo hagas.
Carla Casañ Albert
5/6/20254 min read


Cuando decidí que mi tiempo no era negociable. Y porque hoy estoy aquí.
Siempre sentí que no encajaba en el modelo de trabajo tradicional, lo supe, lo hice ver y sentí el rechazo de quien me veía como alguien que era menos profesional. Yo siempre dije que anteponía mi bienestar y mi tiempo a cualquier trabajo que no lo respetara.
Quizá lo tenía tan claro porque lo vi en casa. Vi lo que era llegar cada día agotado y enfadado por un trabajo al que lo dabas todo, pero que no devolvía en bienestar. Y supe que yo no quería repetir esa historia.
Eso, cuando trabajaba para otros, sonaba a poco compromiso, a no eres seria, a que “un profesional se queda cuando la empresa te necesita”.
Si y no, lo siento.
Hoy se habla mucho del Gen Z, su falta de compromiso y de no querer liderar. Y yo, aunque no soy Gen Z ya sentí lo que ellos sienten ahora.
Cuando dejé mi trabajo como controller financiero tenía sobre la mesa una propuesta de crecimiento profesional enorme: hacer lo mismo, pero a nivel europeo. Era algo que, años atrás, habría considerado el mayor logro posible. Pero algo en mí solo pudo decir que no.
No fue una decisión impulsiva.
Fue el resultado de años observando lo que me rodeaba y me esperaba (seguro que algunos los conocen):
- Personas que asumían más responsabilidad a costa de su tiempo, su salud, sus relaciones.
- Personas que vivían a base de cafés, correos a deshora, comidas olvidadas y poca agua.
- Decisiones tomadas sin presencia porque la velocidad del sistema no les permitía parar.
- Trabajar cuando todo el mundo se va, porque es cuando me dejan tranquilo.
Pero por suerte, si estás atento la vida te va enseñando cosas y te va mostrando lo que para ti son tus prioridades, tus no negociables y tus límites.
Aunque yo tuve mi lucha personal, porque yo no quería elegir entre crecer profesionalmente o tener una vida.
Yo quería ambas cosas, pero el entorno parecía que me decía que no.
Y me daba rabia.
Y el entorno me repetía: “No se puede tener todo”. “Hay que sacrificarse”. “Quien algo quiere, algo le cuesta”.
Pues sí y no. Lo siento.
Por eso abandoné un tiempo. No por falta de ambición, sino por coherencia.
Siempre tuve muy claro que ser profesional no va de la mano con el tiempo que dediques o el sacrificio que hagas. Y que no cuidarme no me hacía mejor profesional. Me hacía incoherente.
Y aunque algunos lo veían como una falta de compromiso, para mí era todo lo contrario: Era comprometerme con mi vida, con mis valores, con lo que para mí tenía sentido.
No quería trabajar más horas para parecer comprometida. No quería quedarme más tiempo en la oficina para demostrar que valía. No quería formar parte de una cultura en la que ser profesional era sinónimo de renunciar a tu bienestar.
Siempre di lo máximo en mi trabajo, pero desde mi coherencia.
Y sé que eso remueve. Porque cuestiona un modelo que normalizó lo inhumano.
Ese Gen X que no quiere comprometerse, ni liderar, lo que no quiere es ese liderazgo tóxico. El que desconecta lo personal de lo profesional. El que te obliga a ser fuerte mientras te rompes por dentro. El que te aplaude si te quedas hasta las mil, pero nunca pregunta si estás bien.
No es falta de compromiso. Es falta de referentes.
Quieren (igual que todos, aunque no lo digamos) formar parte de algo que tenga sentido, propósito y donde el bienestar no es un capricho, es un básico, que hasta ahora no hemos querido ver, por la forma en la que la sociedad ha querido que nos movamos, desde la productividad desmedida, haciéndonos creer que el bienestar es solo un derecho para unos pocos.
Siempre sentí que había mucho que mejorar en las empresas: La gestión del tiempo, de los recursos, de las personas. Y que no mirar ahí era condenar a muchos a sacrificar lo que más valoraban sin siquiera darse cuenta.
Yo también lo hice durante un tiempo, cuando sentí que podía sostenerlo. Pero siempre con un límite.
Un límite que muchos no encuentran cuando lideran, por miedo a perder su imagen, por presión, por vacío emocional, porque quizá no se les ha enseñado que hacer con su tiempo libre sino es trabajar, porque el sistema les ha hecho creer que estar siempre disponibles es su única forma de sentirse útiles.
Pero ese límite existe. Y empieza por mirar dentro.
Por eso necesitamos espejos honestos, para ver lo que estamos evitando, para hacernos preguntas incomodas, para decidir si seguimos llamando "normal" a lo que en el fondo nos está rompiendo.
Para mirar dentro y comenzar ese cambio que requiere el futuro de las empresas sostenibles y su liderazgo.
Espejos honestos, para atreverse a preguntarse si el modelo que repiten… es el que quieren sostener. Para preguntarse si lo que hoy llaman compromiso… no es en realidad miedo. Para mirar si la cultura de la empresa en la que están… está construida sobre desgaste, presión y un modelo obsoleto.
Yo no vengo a maquillar.
Ni a poner una capa de bienestar sobre dinámicas oxidadas.
Vengo a ayudarte mirar lo que no se dice, pero se siente.
Y a traducirlo: en claridad, en diagnóstico, en decisión y cambio sostenible.
¿Estás dentro de una empresa y sientes esto también? ¿Estás liderando, pero algo en ti ya no puede seguir como siempre?
Si esto te remueve, nos encontraremos.
Gracias por seguir aquí.
Carla
Suscríbete si te gusta lo provocador
Liderazgo Humano
CONTACTA
info@blobu.com
+34 600931688
© 2024 BLOBU. Todos los derechos reservados